DÍA DE MUERTOS
“La muerte viene a comer aquello que le gustaba, y también a beber lo que en vida emborrachaba. Cuando algo gusta no acaba los muertos no lo confirman, pues volviendo reafirman que el alma en el cuerpo estaba.” Julie Sopetrán.
Versos como este muestran al mundo la incomparable cultura mexicana que es esencia de este nuestro país y a nosotros nos recuerda a nuestra más grande tradición; llena de colores, deliciosos platillos y vivos recuerdos de aquellos que se nos han adelantado en el camino. Cuando se habla del 2 de Noviembre no sólo se habla de muertos, sino también de misticismo, simbología, y raíces prehispánicas que tienen un inicio desde antes de la conquista española. Esta festividad, conjunción de culturas indígena y española (actualmente católica), se celebraba mayormente por parte de los Mayas, Aztecas y Purépechas quiénes le dedicaban la celebración a Mictecacihuatl, señora de los muertos y reina de Mictlán el noveno y último nivel del Inframundo, también tenían la ideología que los muertos regresaban con sus familias, compartían la creencia de la existencia de una entidad anímica e inmortal en donde las personas después de la muerte continuaban su camino, en donde se ponía en práctica la ritualidad, que es sumamente importante. Para esta tradición se ponían ofrendas a los muertos en un altar, cosas que les gustaban o cosas que pudieran necesitar, el tradicional es el altar de siete niveles. Cada escalón, es cubierto con manteles, papel picado, hojas de plátano, palmillas y petates de tule; cada escalón tiene un significado distinto.
En el más alto se coloca la imagen del santo de devoción de la familia, el segundo, se dedica a las ánimas del purgatorio, en el tercero se coloca la sal, símbolo de la purificación; en el cuarto el pan, que se ofrece como alimento y como consagración, quinto se colocan las frutas y los platillos preferidos por los difuntos; en el sexto las fotografías de los difuntos a los que se les dedica el altar y por último, en el séptimo, en contacto con la tierra, una cruz formada por flores, semillas o frutas.
Cada elemento puesto en el altar tiene su propio significado e importancia. El copal y el incienso representan la purificación del alma, y es su aroma el que es capaz de guiar a los difuntos hacia su ofrenda. El arco, hecho con carrizo y decorado con flores, se ubica por encima del primer nivel del altar y simboliza la puerta que conecta al mundo de los muertos; es considerado el octavo nivel que se debe seguir para llegar al Mictlán, el papel picado y sus colores representan la pureza y el duelo, actualmente se adornan con calaveras y otros elementos de la cultura popular. En la época prehispánica, se utilizaba el papel amate y en él se dibujaban diferentes deidades, a través de las velas, veladoras y cirios está presente el fuego, que se ofrenda a las ánimas para alumbrar su camino de vuelta a su morada. Es costumbre, que se coloquen cuatro veladoras, representando una cruz y los puntos cardinales, pero también en algunas comunidades, cada vela representa un difunto, por lo que el número de velas dependerá de las almas que reciba la familia.
En nuestras ofrendas nunca puede faltar el agua, la fuente de vida, pues es necesaria para calmar la sed del visitante después de su largo recorrido. Tampoco podemos olvidarnos de la sal, elemento de purificación que sirve para que el alma no se corrompa en su viaje de ida y vuelta, el pan de muerto, tiene un doble significado. Por un lado, representa la cruz de Cristo; por otro, las tiras sobre la corteza representan los huesos y el ajonjolí, las lágrimas de las ánimas que no han encontrado el descanso, la flor de Cempasúchil, la nube y el moco de pavo son las flores que decoran las ofrendas y los cementerios; al igual que el copal, se cree que su aroma atrae y guía a las almas de los muertos. Las calaveritas de azúcar, chocolate y amaranto, así como otros alfeñiques, hacen alusión a la muerte y de cierta forma, se burlan de ella, siendo costumbre escribirles en la frente el nombre del difunto.
Es costumbre también colocar una escultura de un perro Xoloizcuintle, que ayudará a las almas a pasar el río Chiconauhuapan para llegar al Mictlán; además, representa también la alegría de los niños difuntos. La celebración se lleva a cabo en diferentes días puesto que se le reconoce a diferentes causas de muerte, las ánimas llegan en orden a las 12 horas de cada día:
- 28 de octubre: día en que se recibe a los que murieron a causa de un accidente y nunca pudieron llegar a su destino, o bien, los que tuvieron una muerte repentina y violenta.
- 29 de octubre: a los ahogados.
- 30 de octubre: a las ánimas solas y olvidadas, que no tienen familiares. que los recuerden; los huérfanos y los criminales.
- 31 de octubre: a los limbos, los que nunca nacieron o no recibieron el bautismo.
- 1 de noviembre: a los niños, también referidos como «angelitos».
- 2 de noviembre: a los muertos adultos.
Sin embargo, este orden varía en cada región. Por ejemplo, en Puebla y Veracruz los días 29 y 30 de octubre se celebra a los fallecidos nuevos, de no más de un año
Sin duda alguna esta festividad es única, y nuestro Instituto ya tiene planes para esta, una obra de “El libro de la vida”. ¡No te la puedes perder!
Eduardo Ramírez