Cómo Virgilio se salvó de la expropiación… gracias a una mosca.

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Virgilio-poeta 

El poeta romano Publio Virgilio Marón (70 a.C. – 19 a.C.), mejor conocido por su nomen Virgilio, es universalmente reconocido como uno de los artistas literarios más grandes que el mundo haya conocido. No solo fue la guía de Dante Alighieri, a través del infierno y purgatorio, en la obra La Divina Comedia; sino que escribió las grandes obras maestras de Églogas y las Geórgicas, aunque su fama se basa principalmente en la Eneida; obra que muchos consideran estar a la altura de La Ilíada y La Odisea.

Además de ser un poeta eximio, Virgilio era un hombre encantador y tenía un toque increíble por lo extraordinario. Nacido en Andes, una aldea próxima a Mantua, era un claro defensor de la vida campesina. Él era un hombre con preferencia por la tranquilidad, y fue su inocente timidez la que le asimiló el apodo de Parthenias, “la Doncella”. Es por esto que a pesar de haber estado bajo la protección del político Cayo Mecenas y de Augusto, recibiendo una exquisita educación en retórica y poesía, jamás se interesó en la política ni participó en ella.

Fue entonces, en el 43 a.C., habiendo vencido a los asesinos de Julio César quienes eran Marco Junio Bruto y Cayo Casio Longino en la Batalla de Filipos, que Roma quedó bajo la dominación del Segundo Triunvirato; alianza compuesta por Augusto, Marco Antonio y Marco Emilio Lépido. Virgilio, teniendo varios amigos en las altas esferas del gobierno, se enteró por medio de filtraciones de una nueva reforma que este nuevo mandato planeaba llevar a cabo: se confiscarían las tierras de los ricos ociosos y se las entregarían a los soldados veteranos de la guerra que se jubilaban. Sin embargo, ciertos terrenos quedarían exentos de dicho ordenamiento, pues no se quitarían los terrenos que se consideraran sagrados como las tierras para cementerios y mausoleos.

Esta regla, una vez entrara en vigor, sería bastante perjudicial para Virgilio;  el poeta era dueño de múltiples tierras y tenía una mansión en la colina Esquilino, una de las siete colinas de Roma. Temeroso de que sus terrenos le fueran quitados, este hombre concibió un truco bastante ingenioso, siendo la pieza principal de su esquema… una mosca.

Esta mosca, según aclamaba él, era su animal consentido. En su ensimismamiento, Virgilio llegó a declarar como mascota a este insecto, recordando, quizás, la vida campesina que llevó como un infante en el apartado campo cercano a Mantua. Contaba con insistencia lo contento y orgulloso que estaba de su nueva compañera, y de lo unido que se sentía hacia esta. Fue una tragedia, pues, como casi inmediatamente la mosca murió. Virgilio, hundido en una aflicción debido al fallecimiento de su mascota, aprovechó el evento para llevar a cabo este cierto incidente que salvó a su mansión de la expropiación, y que es referido por Gayo Suetonio Tranquilo en su obra Vida de Augusto: la muerte de la mosca sirvió como excusa para convertir sus terrenos en tierra sagrada… por medio de un funeral dedicado a esta misma.

Seven_Hills_of_Rome-es.svgFue así como, entonces, se llevó a cabo en su mansión sobre la colina Esquilino un funeral para dar sepultura a su mosca. Pero, hay que subrayar, vaya que no fue un funeral cualquiera… pues mucho más que un insecto, parecía como si se estuviera enterrando a un emperador; ya que Virgilio no reparó en gastos. Invitó a grandes personalidades del imperio al evento, entre ellas a su protector Cayo Mecenas quien hizo un largo y emocional elogio de la traspasada mosca. Contrató a una orquesta de 50 músicos para que tocaran a su honor, escritores famosos de la época para que recitaran poemas glosando las virtudes del difunto y plañideras que lloraban sin cesar a la muerte de la mosca; todo mientras grandes dignatarios romanos le dedicaban oraciones fúnebres. Se cuenta que en el evento corría el mejor vino a raudales acompañado de los más exquisitos manjares, y que finalmente se alzó un imponente mausoleo para que los restos de la mosca descansaran en paz por toda la eternidad en su mayor comodidad. El monto total del sepelio sumó, en fin, la insólita cifra de 800,000 sestercios, moneda romana compuesta en aquella época por unos 0.97 gramas de plata. Esto equivale, impresionantemente, a más de cien mil dólares hoy en día… Todo para enterrar a una mosca.

559dce16c81d30205b38c0331f16a311¡Un entierro millonario para una mosca! Qué tremendo despilfarro, se decían ricos y pobres en medio de un gigantesco revuelo que se armó tras el evento en el que la salud mental del poeta fue seriamente cuestionada. En verdad les parecía que Virgilio había perdido el juicio completamente; pues nadie sabía aún que con esto Virgilio  había hecho nada más ni menos que una auténtica jugada maestra contra el mandato de Roma.

Fue un año más tarde, cuando el nuevo decreto fue aprobado y se comenzó a aplicar la expropiación de tierras, que la gente se dio cuenta del plan tan espléndidamente trazado de Virgilio para burlarse de la legislación romana. Con una tumba, las tierras del poeta se habían vuelto sagradas y no podían ser arrebatadas ya por el gobierno, y aunque lo intentaran, legalmente no podían hacer nada; así es, a pesar de no ser más que el lugar de entierro de una vulgar mosca. Es por ello que no se pusieron objeciones cuando el patrimonio de Virgilio fue salvado de la larga mano de administración romana. Hay que remarcar que este fue definitivamente un movimiento lleno de sorna hacia la nueva orden, pues el simple hecho de que el inquilino del soberbio mausoleo de Virgilio fuera una mosca se puede interpretar como una broma ejemplar.

Fue de este modo como Virgilio logró proteger su capital de la expropiación romana con ayuda del ingenio sardónico que solo un poeta latino puede tener… y de su mascota, la mosca.

 

Por Gabriela Aldana.

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